Santa Cruz de los Cáñamos es un pequeño pueblo emplazado sobre un cerro amesetado, cercano a Montiel, Almedina, Terrinches y Albaladejo, con las que está unida por carreteras comarcales.
El apelativo de “... los Cáñamos” que hoy da nombre al pueblo parece deberse a la amplia extensión que alcanzaba este cultivo en una vega próxima al pie del Cerro Santo.
Su término municipal es de 17,7 Km². Todo él está rodeado por jurisdicción de Montiel, herencia de su antigua pertenencia en calidad de aldea a éste último.
El núcleo urbano presenta un trazado irregular, adaptándose el caserío al emplazamiento en las laderas de un cerro. En la parte norte del pueblo, lugar donde se ubica la iglesia, el cerro presenta un cortado, que da paso a una depresión del terreno por la que se extiende la vega del río Origón, que nace en las inmediaciones. Las laderas oriental y meridional son las más suaves.
Además de esta vega, el término cuenta con el paisaje propio de la zona, con algunos llanos destinados al cultivo de cereal y al olivar, entre los que encontramos algún viñedo esporádico, y cerros, con laderas normalmente plantadas de olivo y pequeños reductos de vegetación natural (herbáceas y quercíneas). La caza menor también tiene una importante presencia.
En las proximidades de Santa Cruz de los Cáñamos, en el cerro de los Torrejones hay constancia arqueológica de un pasado de época romana, pero del actual núcleo no son claras las noticias acerca de su origen y posterior incorporación a la Orden de Santiago. Hervás y Buendía señala que en este lugar existió un torreón o fortaleza reconquistada por las tropas de Alfonso VI en el mismo año que se tomó Toledo (1085), siendo cedido a la Orden de Santiago dos años después, en tiempos del Maestre Don Pedro Fernández de Castro. Sin embargo, el lugar no comenzaría a poblarse hasta después de la batalla de las Navas (1212), aunque nunca llegaría a conseguir un elevado número de vecinos, perteneciendo a las villas más pequeñas del Campo de Montiel, y por tanto al grupo más sensible a las crisis económicas y a las frecuentes epidemias que asolaron la zona durante toda la Edad Moderna.
Tradicionalmente perteneció a la Mesa Maestral, aunque la Encomienda de Montiel disfrutó en ella de varios derechos. Junto con Torres y Puebla de Montiel fue durante muchos años aldea dependiente de Montiel, desconociéndose la fecha exacta de su libertad como villa, sin duda una de las más tardías del Campo, puesto que en las Relaciones Topográficas realizadas entre los años 1575 y 1578 todavía perduraba su vinculación, debiéndose retrasar hasta los años finales del siglo XVI o incluso los primeros años del siglo XVII. Al convertirse en villa cambió su antigua denominación de Santa Cruz de Montiel por la de Santa Cruz de los Cáñamos, como actualmente se la conoce.
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La Iglesia de San Bartolomé Apóstol de Santa Cruz de los Cáñamos se sitúa en las afueras del pueblo, en la zona más elevada, muy cercana al cementerio. Los materiales empleados para su construcción son la mampostería ordinaria, con mortero de cal, adornada con verdugadas de ladrillo, y reforzada en las esquinas con sillares de piedra. Para la cubierta se reserva la teja árabe.
El presbiterio presenta testero recto, resaltando su alzado. Se cubre a cuatro aguas, con una cruz y veleta sobre el vértice del tejado.
La Portada Principal se desarrolla bajo arco de medio punto, realizado en piedra. Se apoya sobre sencillas pilastras toscanas, con fustes cajeados. El único elemento decorativo se localiza en la clave principal, donde se esculpió la cruz de Santiago con una fecha “1748”, indicándonos el año de finalización de las obras de ampliación.
En el lado Oeste encontramos una espadaña moderna, construida en dos cuerpos, coronados con un remate triangular, adornado en sus extremos con dos jarrones.
Interiormente, este templo desarrolla planta rectangular, con presbiterio recto, compuesta por una nave central, en realidad la única, a la que se adosan dos cuerpos laterales, compuestos por cuartos secundarios, razón por la que no podemos considerarlos colaterales.
La cabecera, de planta cuadrada, se dispone separada del resto de la iglesia por un gran arco toral, sostenido sobre dos pilastras. Este espacio se cubre con cúpula sobre pechinas, dividida en ocho plementos. Toda la línea de impostas queda recorrida, tanto en el testero como en el resto del edificio, por un entablamento sencillo, en voladizo.
En el lado de la epístola se encuentra la puerta de la sacristía, pequeña estancia rectangular, sencilla, abierta con una ventana al lado Sur. A través de ella se puede acceder a un segundo cuarto, también de planta rectangular, aunque más alargado que el anterior. A éste le sigue un pequeño portal que protege el ingreso al templo. A continuación un tercer cuarto rectangular, similar a los anteriormente descritos.
El cuerpo principal se cubre con bóveda de medio cañón, con lunetos y vanos termales, sostenido sobre cuatro arcos diafragma, de medio punto, ligeramente deformados, apoyados directamente sobre el entablamento que forma la línea de impostas, a la que se adosan varias ménsulas ornamentales, apilastradas.
A los pies, en el lado Oeste, encontramos el coro, muy sencillo, realizado en madera. Su parte inferior se cubre con bovedillas simples. El acceso al coro alto se realiza a través de una escalera de madera. En el extremo opuesto una puerta da acceso a uno de los cuartos trasteros. La estructura se apoya sobre una gruesa viga de madera, sostenida sobre dos zapatas, sobre las que descansa una barandilla. En su parte posterior se abre un óculo.
En el lado del evangelio se abre la única capilla del templo, dispuesta a modo de brazo de crucero. Su ingreso está muy modificado, mostrando actualmente arco de medio punto, impostado, sobre jambas apilastradas, sin ningún tipo de ornamentación. Se cubre con bóveda de terceletes, con grandes discos en todas sus claves, destacando la central, en la que se adivinan restos de un escudo. Los nervios descansan sobre cuatro ménsulas, reconstruidas. En el lado izquierdo de esta capilla se abre una puerta que da acceso a otro cuarto trastero, en el que destaca su tejado de madera, a colgadizo.
Históricamente, esta iglesia estuvo siempre condicionada por las enormes limitaciones económicas y demográficas de un enclave muy modesto, independizado tardíamente, castigado por las malas cosechas, la presión fiscal, la emigración y las epidemias. Sus reducidas dimensiones impidieron desarrollar los mecanismos necesarios para afrontar con éxito esta difícil situación durante casi dos siglos, teniendo que esperar hasta bien entrado el siglo XVIII para iniciar cierta mejoría.
Sus orígenes se remontan a los años finales del siglo XV, cuando se levantó un pequeño templo de estructura tradicional y modesta, siendo sus principales características el empleo de la mampostería y la cubierta de madera, de pino blanco, sostenida sobre cinco arcos fajones, remitiéndonos a una tipología conservada en muchas ermitas de nuestra región. La única concesión a la estética tardogótica se plasmó en la iniciativa privada de un hombre encumbrado, llamado Cristóbal Hernández, quien en el año 1526 encargó una capilla para su enterramiento, que todavía se conserva hoy en el lado del evangelio.
El paso del tiempo, unido a la falta de reparaciones anuales, determinó la progresiva ruina de este edificio, rompiendo está tónica la reforma de la Capilla Mayor, dentro de unos cánones estéticos muy cercanos a la interpretación barroca del espacio. Su fisonomía definitiva, elaborada en el siglo XVIII, responde al triunfo de dichos presupuestos estéticos, barrocos y conventuales, determinando un espacio longitudinal.
En épocas posteriores esta traza sufrió diversos cambios, entre los que destacan la demolición de su campanario, debido a su lamentable estado de conservación, siendo sustituido por una espadaña, así como la reforma del coro, eliminando un antiguo arco y bóveda de apoyo para evitar las humedades que arruinaban sus cimientos, saneando de esta forma el conjunto. También se modificaron las estancias laterales, añadiéndose el último cuarto en el lado Norte. No obstante todavía se conserva intacta su esencia barroca adquirida tras grandes esfuerzos en la segunda mitad del siglo XVIII.
Se trata de un par de abrevaderos localizados en la parte baja del pueblo, en la salida hacia Montiel y Almedina. En algunos planos son llamados “Fuente Árabe”. El agua sale por unos caños y la que rebosa va ladera abajo y es canalizada para riego de árboles dando lugar a una pequeña cañada de vegetación abundante. Desde la Fuente y a escasos metros, sube un Camino a la Iglesia de San Bartolomé, por un camino que va bordeando la parte alta del pueblo y forma un mirador natural a la vega del arroyo Oregón reforzado por un barandilla de madera ,que continua bordeando el pueblo hacia el oeste.
Paraje Cerro Pardo, s/n
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Se trata de un par de abrevaderos localizados en la parte baja del pueblo, en la salida hacia Montiel y Almedina. En algunos planos son llamados “Fuente Árabe”. El agua sale por unos caños y la que rebosa va ladera abajo y es canalizada para riego de árboles dando lugar a una pequeña cañada de vegetación abundante. Desde la Fuente y a escasos metros, sube un Camino a la Iglesia de San Bartolomé, por un camino que va bordeando la parte alta del pueblo y forma un mirador natural a la vega del arroyo Oregón reforzado por un barandilla de madera ,que continua bordeando el pueblo hacia el oeste.
25 de Abril
15 de Mayo
El 24 de Agosto celebran el día de su patrón San Bartolomé, hay varios días de fiestas en la localidad. Su población se triplica, ya que son muchas personas las que no quieren perderse estas fiestas.