Fernando Yáñez de la Almedina

Almedina

Biografía.-

Nacido en Almedina en 1475, Fernando Yáñez de la Almedina está considerado, como dijo el teórico e historiador del arte Elías Tormo, el más exquisito pintor del Renacimiento en España. Y es que tuvo buen maestro, ni más ni menos que el mismísimo Leonardo da Vinci.

Se cree que el artista, formado en Italia, pudo haber colaborado con el célebre pintor en la obra inacabada Batalla de Anghiari, hecho que daría que pensar que Yáñez fuese el Ferrando Spagnolo dipintore mencionado en esta época.

El artista, aparece citado en varias relaciones y documentos durante los siglos posteriores, escritos por importantes eruditos en la materia. Se alude a él como autor de obras extraordinarias y muy notables, que le encumbraron a lo más alto. Aunque, algunas obras suyas han producido confusión en lo que a autoría se refiere, debido a las similitudes leonardescas de su técnica. No obstante, gracias a semejanzas en algunos detalles con sus trabajos realizados en las catedrales de Cuenca o Valencia, se le ha podido atribuir a ciencia cierta su producción.

También tuvo influjo de otros artistas italianos como Rafael o Perugino mezclado con alguna característica propia del norte, por ejemplo, de los grabados de Durero.

El foco renacentista más relevante en España fue el valenciano, aunque también se notaron las influencias en otras provincias. En Valencia precisamente, nuestro Fernando vivió el momento álgido de su carrera junto a Fernando Llanos, otro artista discípulo de Leonardo y precursor junto a Yáñez del Renacimiento en la Península.

Pequeña cronología

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Vida y obra

En el si­glo XVII es citado por Juan de Butrón, y posteriormente por Vicente Carducho. En el XVIII, por Palomino, men­cionando además una breve alusión, todavía inédita, que Quevedo hizo sobre el pintor. En 1800 Ceán Bermúdez lo descubre documentalmente como el autor del retablo de la capilla de los Caballeros de la catedral de Cuenca. Es Justi quien en 1877 ve la relación entre este retablo y las pinturas de la catedral de Valencia, hallando Roque Chabás en 1891 la documentación del retablo valenciano a nombre de Hernando de Llanos y Hernando Yáñez de la Almedina.

Nacido en torno a 1475, la crítica lo relaciona con el «Ferrando Spagnolo dipintore» que en 1505 colabora con Leonardo da Vinci en la inconclusa Batalla de Anghiari. También le influyen otros pintores, como Pollaiuolo, Rafael, Filippino Lippi o Perugino, y grabados como los de Durero. Su nombre aparece en referencia al contrato de un retablo para la catedral de Valencia en 1506, dedicado a los santos Cosme y Damián, del que tan solo se conserva una Piedad. Este contrato supuso el inmediato encargo en 1507 del retablo del altar mayor de la misma seo. Se atribuyen a Yáñez obras excepcionales, entre las que destaca Santa Catalina (Prado).

Aparece de nuevo documentado en Valencia en 1507 en la iglesia de Santo Tomás y posteriormente en la de Santa Catalina. Desde 1510 figura con domicilio en la demarcación territorial de la parroquia de San Andrés. De 1511 a 1514 se le contrata para el diseño del órgano mayor de la catedral valenciana. Tras su efímero paso por Barcelona, en 1516 regresa a Valencia para hacerse cargo de la decora­ción del órgano pequeño de la seo. En 1518-1521 vuelve a su localidad de origen, donde se le cita siempre como «Hernandiañez». Son de este periodo la tabla de San Damián (Prado) y una Sagrada Familia (colección Grether, Buenos Aires), firmada «Hernandiañez» en 1523. Documentado en Cuenca a partir del 1525, se encarga del Retablo de la Crucifixión de la capilla de los Caballeros de la catedral. Yáñez, que tuvo cuatro hijos, aparece documentado en Almedina hasta 1537, dedicándose por completo al desaparecido retablo mayor de su pueblo natal.

A esta época debe de pertenecer Santa Ana, la Virgen, santa Isabel, san Juan y Jesús niño (Prado). Su estilo único bien merece situarle entre los más grandes de nuestra historia de la pintura del siglo XVI.

OBRAS:

San Damián, óleo sobre tabla, 95 x 73 cm, hacia 1510
Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño, óleo sobre tabla, 140 x 119 cm, 1525 - 1532
Santa Catalina, óleo sobre tabla, 212 x 112 cm, hacia 1510
Cristo presenta a la Virgen a los redimidos del Limbo, óleo sobre tabla, 129,8 x 172,5 cm, 1510 - 1518
San Onofre, óleo sobre tabla, 70 x 30 cm, 1515 - 1525
San Francisco de Asís, óleo sobre tabla, 69,6 x 30,3 cm, 1515 - 1525
Salvador eucarístico, óleo sobre tabla, 67,5 x 54,2 cm, 1520 - 1530

Fuente: Museo del Prado - Leer más...

Cumbres del Mueble, Torrenueva, Valdepeñas
Cumbres del Mueble, Torrenueva, Valdepeñas y Ciudad Real

Venta de la pintura "Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño" al Museo del Prado.

Un investigador descubre los documentos de la polémica venta de la Iglesia al Museo del Prado, en 1941, de la primera obra pintada por Yáñez de la Almedina al llegar de Florencia.

En 1942, Cipriano Salvador Gijón tenía 47 años y se encontraba en Pamplona, delante de un juez que le tomaba declaración por “tenencia en época marxista” de un cuadro de Fernando Yáñez de la Almedina (1475-1540), “el más exquisito pintor del Renacimiento en España”, según los libros de historia. La pintura es Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño (1525-1532), una de las joyas que expone el Museo del Prado de manera permanente. Salvador le dice al magistrado que por orden del alcalde de Infantes (Ciudad Real) se dedicó a recoger obras de arte de la Iglesia para protegerlas de la destrucción de la Guerra Civil. “Pero como habían empezado por entonces a destruir imágenes…” llevó a su domicilio el cuadro de Yáñez de la Almedina, con el fin de custodiarlo “y de esta suerte ponerlo en salvo” .

Un año antes de su declaración ante el magistrado, Salvador ya estaba encarcelado en la prisión del Fuerte de San Cristóbal (Navarra), una de las más atroces de la dictadura franquista, conocida como “el Auschwitz español”. A la monumental fortificación mandaron a miles de opositores políticos de todo el país. Se le acusaba de haber hecho desaparecer el cuadro, que ese mismo año, en 1941, el cura de Infantes había vendido al Prado, por 15.000 pesetas. El museo lo había comprado gracias a los fondos del legado del conde de Cartagena. El Patronato de la pinacoteca había acordado llegar hasta las 20.000 pesetas por la pintura del autor al que la crítica relaciona con el “Fernando Spagnolo dipintore”, que en 1505 trabaja con Leonardo da Vinci en el Palazzo Vecchio de Florencia, en la inconclusa y desaparecida La batalla de Anghiari. Salvador siguió encarcelado y condenado a trabajos forzados hasta 1946, pero su causa dejó un documento esencial para descubrir ahora el origen de este lienzo con influencias de Durero y Rafael.

Ocurrió en 1938, cuando varios agentes de la brigada de la Caja de Reparaciones de la República, dependiente del Ministerio de Hacienda, se presentaron en su casa y le reclamaron el cuadro para llevárselo a Barcelona. En el acta republicana se aplaude la actitud del salvador de la pintura que hoy podemos disfrutar. “Al estallar el movimiento militar-fascista se dedicó en mérito de su profesión a recoger mucha obra de arte, que existía en los pueblos de la provincia, depositándolas en la iglesia de Infantes, donde después fueron destruidas en su mayoría, logrando salvar el cuadro que hoy entrega a las autoridades. Se le atribuye a la citada obra un valor extraordinario, puesto que en nuestro Museo Nacional apenas sí existen obras de tan genial artista”, puede leerse en el documento republicano, ratificado en 1941 por el alcalde de Almedina, un pueblo a 10 kilómetros de Infantes.

El investigador José A. López Camarillas localizó esta acta mientras seguía el rastro de los confusos orígenes de la venta del cuadro de Yáñez de la Almedina. No solo halló la causa abierta contra el vecino, natural de Pedro Muñoz (Ciudad Real), hijo de Cipriano y Tiburcia, maestro, escritor, divulgador del Quijote, que en sus artículos acusaba al Partido Socialista de distanciarse de Marx. También descubrió que la Iglesia perseguía la venta del óleo desde 1931, cuando el obispo de Ciudad Real escribe al director del Prado, Fernando Álvarez de Sotomayor, apremiándole a la compra del cuadro: “Los vecinos de Almedina vuelven a instar sobre la enagenación del cuadro y yo quisiera que usted me digese la forma que usted tenga por oportuna, si el acuerdo del Patronato persiste, a pesar de haber usted presentado la dimisión como director del museo, que lamento en el alma”. El obispo le explica en la carta que los vecinos ya han elegido incluso a dos personas que llevarían el cuadro “a la Corte”. “Le ruego por caridad que no desatienda la súplica de aquellos buenos aldeanos a los cuales uno yo también la mía muy instante”, y firma.

El propio Museo del Prado, en su ficha de catálogo, reconoce la sospecha de que el lienzo formaba parte del retablo de Almedina, en el que participó Yáñez. Pero en ningún caso se alerta de que la venta fue hecha por el cura de Infantes, Ramón Gómez Rico. El acta republicana llevó al investigador al archivo del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), donde encontró una foto del cuadro del Prado, en 1938, pero las medidas del cuadro incautado y el del Prado no coincidían. Hasta que preguntó al museo por las medidas sin marco. Coincidían.

Gracias al estudio de López Camarillas ahora sabemos que la labor de salvaguarda de Cipriano, al sacar la pintura de la iglesia de Almedina, fue la que alteró los catálogos de la primera obra documentada de Yáñez en España, a su vuelta de Italia. Y lo que es peor, facilitó la polémica venta de la pintura al Prado. “Las actas de incautación de la República determinan que el cuadro era de la iglesia de Almedina, que nunca salió de allí hasta 1937, cuando fue incautado por Salvador. El cura de Infantes aprovechó esta confusión para venderlo, sospecho que sabía que el cuadro no era de Infantes. Sin el expediente militar no podemos saber si el cura estuvo implicado en el arresto de Cipriano”, explica López Camarillas.

Fuente: El País

Boletín del Museo del Prado

Yáñez, La Santa Generación del Prado y el «Retablo de Almedina».

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Homenaje a Cipriano Salvador Gijón.

Almedina homenajeo el Domingo 9 de octubre de 2022, al pintor republicano, Cipriano Salvador Gijón, que fue condenado a muerte conmutada en 30 años de prisión, por la desaparición del último fragmento del retablo parroquial pintado por Fernando Yáñez.

Cipriano Salvador, el pintor republicano natural de Pedro Muñoz (1894) y afincado en Infantes, que salvó una pintura del discípulo español de Da Vinci en Almedina.

Cipriano Salvador logró salvar de la Guerra Civil un cuadro de la primera mitad del siglo XVI, que inicialmente figuraba en el desaparecido retablo de la iglesia de Almedina, y que hoy es una de las joyas que expone el Museo del Prado.

Homenaje a Cipriano Salvador Gijón

Debido a su gran pasión y conocimiento por la pintura, Salvador se dedicó a recoger obras de arte de la comarca del Campo de Montiel para protegerlas de la devastación de la Guerra Civil por orden del alcalde de Infantes y guardarlas en la iglesia de la localidad. Una de las obras que recogió fue ‘Santa Ana, la Virgen, Santa Isabel, San Juan y Jesús niño’ (1525-1532), una de las joyas que expone el Museo del Prado de manera permanente, y que fue pintada por Fernando Yáñez de la Almedina, natural de Almedina, y discípulo de Leonardo Da Vinci. Dicha obra, considerada una joya para Cipriano Salvador, decidió guardarla en su casa y sacarla de la iglesia, ya que se estaban comenzando a producir saqueos en los templos religiosos.

El investigador valenciano y profesor de Lengua y Literatura, José López Camarillas, con raíces en Almedina, mientras investigaba el papel de su familia durante la Guerra Civil descubrió en el archivo de la localidad la historia del cuadro y de quien lo salvó. La obra, inicialmente, estaba ubicada en el retablo de la iglesia de Almedina, la cual quedó destruida con el terremoto de Lisboa de 1755. Desde esa fecha no hubo noticias del cuadro hasta 1930 y 1931, cuando se produjo un conato de negociación de compra-venta de «un cuadro de Yáñez de Almedina» por parte del entonces director del Museo del Prado al párroco de la iglesia de Almedina, confirmando que el cuadro no se destruyó durante el terremoto y que, en la actualidad, es el único vestigio que queda del retablo.

En 1941, tras la guerra y después de haber guardado el cuadro en su domicilio durante unos días en la contienda, a Cipriano Salvador le acusaron de haber hecho desaparecer el cuadro de Yáñez de la Almedina. Sin embargo, ese mismo año el cura de Infantes había vendido dicha obra al Prado por 15.000 pesetas. Salvador siguió encarcelado y condenado a trabajos forzados hasta 1946, pero su causa dejó un documento esencial para descubrir ahora el origen de este cuadro.

Según el hilo del que ha ido tirando López Camarillas, en 1938, varios agentes de la brigada de la Caja de Reparaciones de la República se presentaron en casa de Cipriano Salvador para llevarse el cuadro de Yáñez de la Almedina a Barcelona. Encontró un acta de incautación republicana en la que se alababa la actitud del salvador de la pintura. “Al estallar el movimiento militar-fascista se dedicó en mérito de su profesión a recoger mucha obra de arte, que existía en los pueblos de la provincia, depositándolas en la iglesia de Infantes, donde después fueron destruidas en su mayoría, logrando salvar el cuadro que hoy entrega a las autoridades. Se le atribuye a la citada obra un valor extraordinario, puesto que en nuestro Museo Nacional apenas sí existen obras de tan genial artista”, puede leerse en el documento republicano rescatado por López Camarillas.

A pesar de esta buena labor de Cipriano, el pueblo de Almedina, tras la Guerra Civil, denunció la desaparición de «un cuadro de madera» pintado por Yáñez de la Almedina. El nuevo gobierno franquista, basándose en las actas de incautación republicanas y en las denuncias de la localidad, interrogaba constantemente a Cipriano por su desaparición, aunque mientras ésto ocurría y como hemos mencionado anteriormente, el cuadro retornó a Villanueva de los Infantes para después ser vendido al Museo del Prado.

El cuadro en teoría apareció, pero el gobierno franquista creía que era otro distinto de Yáñez de la Almedina. Aunque la descripción era la misma, las medidas no coincidían. «La incongruencia en las medidas del cuadro quedó resuelta cuando, el pasado mes de junio, el Museo del Prado me informó que la tabla de Yáñez medía 142,4 x 119,5 con marco y 128,5 x 106 sin él», explica López Camarillas. Es decir, que los republicanos que incautaron el cuadro solo habían medido la tabla, mientras que los responsables franquistas habían sumado las medidas del marco.

Con este descubrimiento, López Camarillas ha logrado descifrar un enigma que llevó al bueno de Cipriano Salvador a años de tortura y trabajos forzados en la cárcel franquista pamplonesa del Fuerte de San Cristóbal. El salvador de este cuadro logró la libertad condicional en el 45. Tras esta fecha, López Camarillas pierde la pista de Cipriano en el año 48, después de que el Diario Lanza publicara en su edición del 26 de agosto un artículo en el que se elogiaba su pintura suprarrealista en la sección que el periódico tenía en esa época bajo el título ‘Artistas manchegos’ y que firmaba alguien con la iniciales G.S. Ahí se pierde la pista de Cipriano Salvador Gijón, aunque López Camarillas continúa investigando para conocer la historia de este hombre que salvó uno de los cuadros que hoy cuelgan en las paredes del Prado.

Fuente: Lanza Digital

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